Mantener una relacion (postal, no vayan a confundirse) con Truman Capote debía de ser algo así como echar una partida de ping-pong con un virtuoso de la pelotita, con uno de esos ‘chinarros’ que, en pantaloncitos cortos y clavando al adversario sus rasgados ojos de ‘killer’, duermen cada noche abrazados a su raquetita. Un toma y daca interminable para el que, desde el primer golpe, uno sabe que está condenado a perder. Dicen quienes sufrieron en carne propia sus misivas que el de Nueva Orleáns contaba lo que se le iba ocurriendo al redactarlas, y lo hacía con la misma incontinencia con la que su charla brillaba en las partys del momento. Nunca se le pasó por la cabeza que aquella correspondencia (era un verdadero fanático obsesivo de la comunicación postal) pudiera llegar algún día publicarse. Aparentemente. «¡¡¡Destruir!!!», garabateó, cuando aún tenía 21 años, en el encabezamiento de una carta que, como casi todas las de su producción, iba repleta de chismes. Sin embargo, añadió a continuación: «después de enseñársela a Bárbara». Genio y figura. Cuentan también quienes lo padecieron que se mostraba implacable y mordaz hasta la extenuación con aquellos ‘desalmados’ que, por cualquier razón, tardaban más de la cuenta en responderle.
Bien, pues sepan desde ahora mismo, y háganlo de primera mano antes de que se lo cuenten otros (es lo que tiene de malo esta ciudad de mierda, que está repleta de mentirosos), que Rafa Gassó, ese ‘amiguete’ serio, concienzudo, intelectualoide y sentimental que, mondadientes en ristre, semper fidelis, suele presentarse en las partys media hora más tarde que Manu Elegancia, nuestro compadre. Digamos que Gassó, Rafa, es una especie de Capote, Truman, de la era Inditex (ése es el signo de los tiempos que le han tocado vivir). Un Capote (talla L) con tara. Con un bendito defecto que, una vez superado el primer impulso de rebanar su pescuezo, lo convierte en entrañable: la testarudez. Y les aseguro que sé de lo que hablo. A mí, Gassó, me pilló un buen día en que nos tocó currar juntos (retratar por arriba y por abajo a una tal Barberá; pero ésa es otra historia) y no me ha soltado. Ni un pitbull lo haría mejor. Ahora vive empeñado en que añada textos a estas 60 fotos que un buen día se sacó de no sé dónde, quizá de esa puta chistera que rebulle constantemente en su cabeza. No para, este Gassó, de pergeñar desastres alternativos. Es como un pequeño hijoputa hiperactivo, de esos que convierten los recreos de su infancia en gigantescos ‘bagdads’ devastados. Pasen con él 15 días y lo entenderán.
60 postales/antipostales esperando sus pies en un ‘fotoblog’ al que he decidido llamar MadriT. No nos pidan un porqué. Gassó, Rafa ‘Capote’ Gassó, el tipo al que debemos este sindiós se mostró al minuto de acuerdo. Y yo soy quien para llevarle la contraria (creo habérselo dicho ya; es como un pitbull: muerde).
Quizá en MadriT se encuentre, en definitiva, el espíritu de Truman. Egocéntrico y feroz, con ese puntito ‘bujarra’ que lacera a quienes vivimos de mostrar nuestras miserias como quien cuelga ropa recién lavada en un tendedero invisible. Gassó y Benedicte somos Capote. No en vano también soñamos con reencarnarnos en buitre, ave odiada y solitaria que, en silenciosos círculos, os sobrevuela a todos.